Filme El Mayor

Tras los pasos del mambí

Mié, 02/24/2021

Memorable tradición acumula el cine histórico cubano, en especial cuando se dedicó a mostrar el fragor independentista a lo largo del siglo XIX. A propósito del arribo de otro 24 de febrero, fecha que marca el reinicio de la Guerra de Independencia de Cuba (en 1895), es importante rememorar paradigmas del alcance de Lucía, Cecilia y El siglo de luces, de Humberto Solás; La primera carga al machete, de Manuel Octavio Gómez; o José Martí, el ojo del canario, de Fernando Pérez, entre muchos otros. 

Sin embargo, el devenir del cine histórico cubano, en especial de aquel dedicado a exaltar el afán independentista de los cubanos, está marcado no solo por los clásicos inolvidables que retratan las guerras de 1868 y 1895, sino también por aquellos títulos que retroceden en el tiempo a periodos anteriores, cuando surgieron los primeros destellos de la insurrección. 

En Cecilia (1982) Humberto Solás rememora la infausta suerte del primer brote del ideal independentista en Cuba a partir de las alusiones que, en la segunda parte de la película, verifica El Poeta (interpretado por César Évora). Sus palabras aluden al ideario del bardo José María Heredia y la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar, logia masónica cubana formada por criollos que deseaban la independencia en una fecha tan temprana como 1823.

En su empeño por asociar lo cubano con el anhelo inalienable de emancipación, Solás decidió retroceder aún más en el tiempo y ambienta la superproducción El siglo de las luces (1992) a finales del siglo XVIII, cuando tres jóvenes aristócratas habaneros reciben la visita del comerciante marsellés Víctor Hughes, y junto con él llegan las renovadoras nociones del iluminismo y la Revolución francesa, con sus ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Posteriores atisbos del ideal independentista aparecen también en José Martí, el ojo del canario (Fernando Pérez, 2010) e Inocencia (Alejandro Gil, 2018). En la primera se relata la evolución intelectual y espiritual del Héroe Nacional entre los 9 y los 17 años, es decir, entre 1862 y 1870, año este último en que se inicia su apostolado independentista cuando es condenado a seis años de prisión. A una Cuba esclavizada y fanática, la de 1871, se refiere Inocencia, que también rinde homenaje a Fermín Valdés Domínguez, compañero de luchas de José Martí y amigo de los ocho estudiantes de medicina brutalmente asesinados por el gobierno español.  

El interés del cine cubano por el legado de José Martí se relaciona directamente con la trascendencia del “Patria o muerte” que marcó su vida y obra. Así se muestra, por ejemplo, en Los tiempos del joven Martí (1960) y Páginas del diario de José Martí (1971), ambas dirigidas por José Massip. En el primero se utilizan grabados de época, dibujos y lienzos para recrear similar etapa a la que se describe en el ya mencionado José Martí, el ojo del canario, pues el filme culmina con el destierro en 1871. En tanto, Páginas… reconstruye, desde las técnicas del docudrama, pasajes del diario de campaña escrito en 1895, al inicio de la Guerra, poco antes de su muerte.

La llamada Guerra de los Diez Años, o Guerra Grande, iniciada con el Grito de Yara, en la noche del 9 al 10 de octubre de 1868, en la finca La Demajagua, también fue ilustrada con prodigalidad por el cine cubano. Hay que mencionar, primero, La primera carga al machete (Manuel Octavio Gómez, 1969), película que abrió el camino para la evolución de la iconografía épica referida a los mambises en el cine cubano posterior y propuso, además, un tratamiento paradigmático del líder revolucionario en su retrato sublimado de Máximo Gómez.

Otros próceres de la Guerra Grande, como Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de la lucha armada y también conocido como El Padre de la Patria, y el mayor general Ignacio Agramonte, con notable capacidad de liderazgo y grandes dotes como estratega, son personajes principales de El Mayor (2020), filme postrero de Rigoberto López. El mayor general del Ejército Libertador Antonio Maceo es figura principal en Baraguá (José Massip, 1986), que recrea la entrevista entre el patriota cubano y el general español Martínez Campos, a propósito del Pacto del Zanjón impuesto a los cubanos como fin de la Guerra Grande.

En su ópera prima de 1968, Lucía, y en el primer cuento de este magno tríptico, Humberto Solás abordaba una cubanísima historia de amor y traición ambientada en las inmediaciones de Trinidad, en pleno retumbe de las cargas mambisas en la Guerra de Independencia de 1895. 

A pesar de ser un personaje imaginario, el contorno biográfico de Elpidio Valdés que se traza en el primer largometraje de la saga se entrelaza con acciones verosímiles datadas en 1895, cuando el joven criollo, perteneciente a una familia de mambises que vive en las afueras de un pueblo, presumiblemente del Oriente cubano, conspira para alzarse en armas contra la corona española. Los españoles y sus lacayos criollos voluntarios están avisados y harán todo lo posible por impedir el alzamiento; para ello deben atrapar a los líderes de la insurrección: los Valdés.

La biografía del insurrecto mambí se bosqueja en el primer largometraje de la serie, pero alude a hechos y circunstancias reales en las posteriores Elpidio Valdés contra dólar y cañón (1983), la serie Más se perdió en Cuba (1995) y su versión fílmica Elpidio Valdés contra el águila y el león (1996), en las cuales se da continuidad a las hazañas del coronel del Ejército Libertador.

En el momento climático de la Guerra de Independencia se ambienta también Cuba Libre (Jorge Luis Sánchez, 2015), que muestra la porfía española, la intervención norteamericana y, finalmente, la frustración del ideal independentista en el traspaso, más o menos disimulado, de un poder colonial a otro de tipo neocolonial. Y al periodo más duro o final de este conflicto se refieren también las coproducciones Mambí (Teodoro y Santiago Ríos, 1997), Cuba (Pedro Carvajal, 1999) y el díptico que integran Camino al Edén (Daniel Díaz Torres, 2006) y El Edén perdido (Manuel Estudillo, 2007). 

Mientras tanto, también se realizó un cine documental que restituía en pantalla la gesta libertadora a partir del testimonio de historiadores, material de archivo, fotografías, obras plásticas y dramatizaciones. Entre estos numerosos documentales destacan El llamado de la hora (Manuel Herrera, 1969), que muestra en paralelo las trayectorias de Antonio Maceo y Ernesto Guevara; y Médicos mambises (1969), de Santiago Villafuerte.

En la misma época se estrena 1868-1968, realizado por Bernabé Hernández en 1970 y que presenta un panorama de los cien años de lucha del pueblo cubano. Mi hermano Fidel (Santiago Álvarez, 1977) se acerca a la entrevista entre el Comandante en Jefe y Salustiano Leyva, testigo excepcional de la estancia de Máximo Gómez y José Martí en Playitas de Cajobabo, donde desembarcaron ambos para coincidir con los levantamientos en varias zonas del oriente de Cuba el 24 de febrero de 1895.