Jorge Haydu

Radiante legado de Jorge Haydú, nacido hace un siglo

Vie, 04/16/2021

Durante los primeros 20 o 30 años de la historia del cine, e incluso después, los camarógrafos procedían de la foto fija. Similar fenómeno ocurrió en Cuba con el nacimiento del nuevo cine cubano al crearse el ICAIC en 1959, cuando algunos de los principales profesionales de la fotografía, como Jorge Haydú, fueron asimilados por el nuevo medio de expresión.

De padres húngaros, Haydú nació el 17 de abril de 1921 (estamos celebrando justamente su centenario) y residió en Cuba desde 1923. Con 13 años se inició en el mundo de la fotografía y trabajó en el estudio de su padre hasta que consiguió vincularse a proyectos mayores, como la fotografía fija de los filmes Errol Flynn en La Habana, y Embrujo antillano (1945) dirigido por Geza P. Polaty (también de origen húngaro) y puesto al servicio de tres grandes estrellas de la época: Ramón Armengod, María Antonieta Pons y Blanquita Amaro.

Si bien el joven fotógrafo pudo establecerse profesionalmente más allá o más acá de los márgenes de un cine comercial y populista, al uso, por lo visto prefirió entregar su esfuerzo a mayores empeños. De ahí que se vincule aprincipio de los años cincuentacon la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, que promovía actividades indiscutiblemente artísticas y culturales. La sección de cine estaba presidida por un dirigente estudiantil y miembro del Partido Socialista Popular, Alfredo Guevara, y allí, en Nuestro Tiempo, Haydú conoció también a Tomás Gutiérrez Alea, Julio García Espinosa y José Massip. Al igual que otros miembros de la Sociedad, Haydú se relacionó con la realización de noticiarios cinematográficos como Noticiario Norte, Noticiario Cuba Color y Cine Revista, en el cual se entrenaron algunos de los futuros cineastas del ICAIC, como Gutiérrez Alea, y otro de los más eminentes colegas de Haydú, el muy recordado Jorge Herrera.

De este modo, en 1954 Haydú fue el elegido natural para fotografiar el documental El Mégano, con dirección de Julio García Espinosa y la colaboración de Tomás Gutiérrez Alea; guion de Alfredo Guevara, José Massip y el director, que también se encargó de la edición; producción de Massip y música original de Juan Blanco, bajo la dirección de Manuel Duchesne Cuzán. El Mégano fue de las obras que demarcaron un estilo fotográfico para el nuevo cine cubano por su verismo neorrealista, pausado y observacional, que contribuyó a fijar una marca de estilo. 

Al triunfo de la Revolución, Haydú y sus colaboradores en la realización de El Mégano se incorporaron al ICAIC. Una de sus primeras tareas consistió en realizar lafoto fija para el filme Historias de la Revolución, dirigido por Tomás Gutiérrez Alea. Luego, participó en la creación de las imágenes de más de 30 documentales, de los cuales destacamos a continuación solo unos cuantos, de los más reconocibles.

En Historia de un ballet (Suite Yoruba), realizado en 1962 por José Massip, Haydú recurrió a la manipulación del color y sus tonalidades en un sentido performático y de inspiración plástica, lo cual resultó novedoso en una cinematografía realizada, mayormente, en blanco y negro, y muy poco acostumbrada a tales maniobras. El documental fue premiado en Leipzig, Oberhausen, Bilbao, Barcelona y Lisboa, donde fue elogiada su fotografía y abrió el camino para la instauración del color en el cine cubano. 

Después, en el documental Portocarrero (1963) de Eduardo Manet, el fotógrafo tuvo ocasión de apropiarse, en colores y en blanco y negro, de los recursos icónicos que manejaba el célebre pintor para representar el paisaje urbano. Y es que Haydú nunca separó las modalidades de ficción y documental a la hora de buscar la máxima expresividad de las composiciones y los encuadres, una expresividad manifiesta en dos páginas clásicas del cine cubano: los filmes de reconstrucción histórica Páginas del diario de José Martí (1971), también dirigida por Massip, uno de los directores que empleó más a fondo su talento; y Muerte y vida en El Morrillo (1971), de Óscar Valdés.

Con este último director, uno de los más sensibles, cultos y profesionales del cine cubano, también trabajó con asiduidad, en documentales como Escenas de carnaval (1965); Nuevos hombres en el ring (1974); La muerte del alacrán (1975), sobre el sentido histórico de las comparsas; La rumba (1978); La forma en el espacio (1988), sobre Rita Longa y su obra… 

Haydú había asistido al nacimiento de dos filmografías de las más poderosas en el cine cubano, no solo la de Óscar Valdés, sino también la de Humberto Solás, pues el fotógrafo había registrado las imágenes de Minerva traduce el mar, una fantasía coreográfica, o más bien cortometraje experimental, o videoarte, realizado en 1962 y codirigido por Valdés y Solás. Volvería a trabajar con asiduidad en documentales en los que la danza tenía papel protagónico, como Rítmicas (1973), Plásmasis (1974), Okantomí (1974) y Súlkary (1974), todos estos dirigidos por Melchor Casals, además de Víctor Manuel y El Hurón Azul, en 1976, para Bernabé Hernández.

Desde los años sesenta y setenta, y a lo largo de toda su obra, se patentiza la profunda empatía del fotógrafo por registrar las imágenes artísticas per se, esas que caracterizan la danza o las artes visuales cubanas en un momento de auténtica ebullición. En esa misma línea de búsqueda, que lo había llevado a ilustrar los mundos de Portocarrero, Víctor Manuel, Carlos Enríquez y Rita Longa, se sitúa la fotografía de uno de los pocos cortometrajes experimentales del cine cubano: Cosmorama, dirigido en 1964 por Enrique Pineda Barnet con la colaboración de Sandú Darié, que ilustra el Poema Espacial Número 1 de Sandú Darié.

Cosmorama muestra solamente formas y estructuras en movimiento, junto con luces y colores que se integran plásticamente en un desarrollo continuo. Según relató Pineda Barnet, Haydú filmó, en una sola noche, en casa de Sandú Darié, obras, fragmentos, trozos de imágenes que luego se montaron poéticamente. Y aunque en Cuba pasó casi desapercibido, Cosmorama recibió una felicitación de Norman McLaren, uno de los gurúes del cine experimental en el mundo, y más tarde el Museo Reina Sofía, y su curador Osbel Suárez, lo descubrieron y lo catalogaron como obra precursora del videoarte. 

Volviendo al cine de ficción, tampoco es pequeña la contribución de Jorge Haydú. Desde el neorrealismo filodocumental de Realengo 18 (1961), el respeto por la movilidad que exige la comedia policiaca en Papeles son papeles (1966), la recreación del paisaje lánguido y la atmósfera visual de Gibara en El huésped (1967), hasta el tenebrismo “cinenegrista” de El extraño caso de Rachel K (1973) y el costumbrismo campestre en De tal Pedro tal astilla (1986).

Sus imágenes son casi siempre impactantes, singulares, aplicadas al descubrimiento y reproducción cinematográfica de la luminosidad característica de la Isla, como se aprecia a la perfección en otra de sus obras maestras: Aventuras de Juan Quinquín (1967), de Julio García Espinosa, quien le dio también la oportunidad de participar en otro filme experimental, que reflexionara sobre la esencia del hecho artístico: Son... o no son (1980).

Además de sus muchas películas, ya fueran documentales, experimentales o de ficción, Haydú fue de las personas que trabajaron en los más diversos frentes para construir el prestigio de aquel ICAIC mítico, que devino una de las más importantes instituciones culturales de la Cuba revolucionaria. Según cuentan quienes lo conocieron, Haydú participó en la elección de muchas películas importantísimas para exhibir en la Cinemateca, y también trabajó como traductor, porque nadie sabía a ciencia cierta cuántos idiomas Haydú manejaba, aunque había prestado servicios en húngaro, alemán y francés en aquel ICAIC tantas veces visitado por delegaciones que hablaban en aquellas lenguas.

Muchos aseguran que Jorge Haydú, uno de los creadores imprescindibles del ICAIC, era un ejemplo de decencia, humildad y rigor, y tales dotes serían suficientes para celebrar su centenario. Pero si estos argumentos no fueran suficientes para garantizar el homenaje, conste que en este texto se enumeran otras cien razones para el agradecimiento. 

(Foto: Archivo de Cine Cubano)