Barrio chino

En Cinemateca, el cine de 1974, hace medio siglo (Primera parte)

Vie, 01/05/2024

Durante cuatro meses de 1968, el director mexicano Luis Alcoriza y el escritor colombiano Gabriel García Márquez estuvieron trabajando en el guion de Presagio, que solo se concretó como filme en 1974, mucho después del fenómeno planetario que significó la publicación de Cien años de soledad. El filme de Alcoriza y García Márquez destacó, sobre todo, por sus referencias punzantes al oscurantismo latinoamericano, a la credulidad e inocencia de los habitantes de un pequeño pueblo rural, así como al afán tremendista y desmesurado que gobierna los actos de un pueblo joven y subdesarrollado.

Los premios Ariel, los principales que entrega la industria mexicana de cine, reconocieron a Presagio en los renglones de guion adaptado y edición, y fue postulada como mejor película, dirección, además se resaltó la fotografía de Gabriel Figueroa y la actuación femenina Anita Blanch, quien interpreta a Mama Santos, la adivinadora que pronostica una catástrofe de tal magnitud que su sola mención hunde en el infierno a este pueblito miserable y enfermo, homólogo de Macondo, y seguramente de Aracataca, el lugar donde nació García Márquez.

El 20 de agosto de 1974 se estrenó en Nueva York Barrio chino, que demostraba la capacidad del cineasta polaco-francés Roman Polanski para realizar una película típica del cine negro, y con Jack Nicholson en el papel, consagratorio en su carrera, de un detective privado que se involucra en una sombría trama de corrupción e incesto. Ambientada en Los Ángeles en 1937 (una recurrencia al pasado que será común en toda la tendencia al neonoir que Barrio chino incentivó) el filme contiene casi todos los elementos cardinales del llamado cine negro: una mujer fatal (una de las pocas interpretaciones realmente importantes de Faye Dunaway), un secreto terrible que ella esconde, y un malvado corrupto y deplorable (a cargo de ese maestro del cine negro que fue John Huston). Las únicas libertades que se permite Polanski son los desbordes de sordidez e hiperrealismo, además del tono trágico que el filme adopta hacia el final.

En los premios Oscar entregados el 8 de abril de 1975, respecto a los mejores filmes del año anterior, Barrio Chino se convirtió en el gran perdedor de la noche, con diez nominaciones y un solo premio, concedido al guion de Robert Towne. El Padrino II, de Francis Ford Coppola, se convirtió en la primera secuela premiada como mejor película, y también devino Némesis de Barrio chino, y de todas las demás competidoras de ese año, al ganar seis estatuillas de seis nominaciones, y resultar premiada como mejor película y dirección, actor secundario (Robert de Niro) y guion adaptado (Coppola y Mario Puzo), banda sonora (Nino Rota y Carmine Coppola) y dirección de arte (Dean Tavoularis, Angelo Graham y George R. Nelson). Como los espectadores del siglo XXI no están obligados a votar por una o la otra, pueden apreciar por separado y en todo su esplendor dos obras maestras.

Y como no solo Hollywood vive de secuelas, en 1974 se estrenó en Francia Borsalino y compañía, de Jacques Deray, la continuación de un filme de 1970 en el que trabajaban juntos las dos estrellas máximas de la taquilla francesa: Alain Delon y Jean-Paul Belmondo. Ellos interpretaban a dos delincuentes marselleses de los años treinta, Siffredi y Capella, cuyo diseño estaba ligeramente inspirado en hechos y circunstancias reales. Gracias a importantes desacuerdos entre los dos divos, la secuela contaba solo con Delon, que en la trama se había convertido en jefe de la mafia marsellesa e intentaba vengar la muerte de su amigo Capella, es decir, el personaje que hacía Belmondo en el primer filme, aquí reducido a una foto que aparece en el cementerio en la primera escena. Borsalino y compañía fue uno de los primeros filmes donde Delon selló su personaje favorito de criminal imperturbable, de mirada lánguida y rostro casi inexpresivo.

En 1974 la taquilla italiana estaba casi completamente dominada por filmes nacionales, y aunque Profumo di donna, de Dino Risi, nunca estuvo entre las diez más populares del año, consiguió el reconocimiento de la Academia del cine italiano, cuando el director ganó el premio al mejor del año, por encima de Mauro Bolognini por Fatti di gente per bene, y de Luchino Visconti por Gruppo di famiglia in un interno. Por supuesto que el mejor actor fue Vittorio Gassman en su portentosa interpretación del por capitán Fausto Consolo, que ya había reconocido el Festival de Cannes con el premio al mejor actor. Luego, Profumo di donna ganó también el premio César a la mejor película extranjera y fue candidata al Oscar en ese misma categoría, pero premios aparte, se trata de una de las más hermosas tragicomedias de la historia del cine, con un actor en estado de gracia, capaz de interpretar un personaje triste y gracioso, con una naturalidad inimitable. Nunca sabré las razones de Al Pacino para repetir, en 1992, una actuación y un personaje insuperables gracias al talento de Gassman y Risi.

A la altura de 1974, cuando el popular actor soviético Nikita Mijalkov debutó como director en una especie de western, o filme de acción y aventuras, titulado Fue leal para enemigos y para amigos traidor, acumulaba una experiencia histriónica de 12 años, pues contaba con solo 24 y había debutado con 12. Mientras actuaba en las películas de otros, el joven actor estudió realización en el taller de Mijaíl Romm, donde conoció a otros insignes como Gleb Panfilov, Serguei Soloviov y Andrei Tarkovski.

Para su ópera prima, Mijalkov decide retomar, sin esquematismos, el arquetipo del héroe que busca la justicia por su mano para librarse de las sospechas y redimirse de culpas que no son suyas. Y este tipo de personajes, vistos cien mil veces en la historia del cine, es asumido desde la autenticidad y el realismo para retratar la Rusia de los años veinte, además de conferirle cierta profundidad sicológica tanto a los “buenos” como a los “malos”. Las actuaciones son de primer nivel, e impresiona particularmente Anatoli Solonitsin, el actor de culto, consagrado en Andrei Rubliov.

En una época de crimen y violencia, la Francia del siglo XV, se ambienta también la película española El mariscal del infierno, de León Klimovsky, con guion de Jacinto Molina, conocido con el nombre de Paul Naschy, quien además protagoniza la película y escribió un guion inspirado, lejanamente, en Trono de sangre, el clásico de Akira Kurosawa, aunque tampoco faltaban algunos elementos tomados de la historia real de Gilles de Rais, un mariscal tristemente célebre, asesino esquizofrénico y pederasta. En la película, el sombrío personaje, inclinado al ocultismo y a la búsqueda de la utópica Piedra filosofal, se transforma en un valeroso guerrero, manipulado por su lugarteniente y por su bella concubina. El filme significó una todavía rara coproducción entre España y Argentina, pero en este último país fue incluso censurado por su exceso de violencia.

Y si Paul Naschy es el núcleo histriónico de la película española, Rüdiger Vogler cubre tales propósitos en la primera de las obras maestras de juventud dirigidas por Wim Wenders: Alicia en las ciudades (Alice in den Städten). El actor fetiche del director (Vogler está también en Movimiento en falso y En el transcurso del tiempo, también de esta etapa setentera) interpreta a un periodista que regresa a Alemania acompañado por una niña, y ambos han de comprender la realidad, mientras contemplan al país propio con ojos extranjeros. Con una muy indirecta referencia al relato fantástico de Lewis Carroll, Alicia en las ciudades presenta algunos de los códigos típicos de ese autor que Wenders sería: el interés por la contemporaneidad y por la cultura norteamericana, los elementos del documental, y el tono contemplativo, propenso a la baja narratividad.

Antes de convertirse en uno de los maestros del cine de horror con La matanza de Texas (1974) Tobe Hooper trabajaba como docente en la Universidad de Austin y como camarógrafo de documentales, hasta que decidió unirse a un grupo de amigos y hacer esta película, hacerla en el sentido más estricto, pues no solo dirigió, sino que también escribió, produjo, e hizo la música. La película tuvo un presupuesto de 140 000 dólares y recaudó más de 30 millones solo en Estados Unidos; en otros países (Australia y Reino Unido) fue prohibida debido a lo gráfico de su violencia. A pesar de todo, el filme se transformó en un hito del pánico cinematográfico por varias razones, entre otras porque extrajo el horror de la realidad misma, en tanto se inspiraba en algunos crímenes reales, cometidos en los años cincuenta por el asesino en serie Ed Gein. La historia muestra a dos hermanos, quienes viajan junto a sus amigos a Texas con el objetivo de revisar la tumba profanada de uno de sus familiares, y en el viaje son atacados por una familia de caníbales. Uno de los asesinos está armado con una terrible motosierra.

El elegante cine británico de crimen, misterios y detective tuvo, en 1974, uno de sus mejores títulos: Crimen en el Expreso del Oriente, dirigida sorprendentemente por Sidney Lumet después de la realista y crítica Serpico, y antes de la también realista y crítica Tarde de perros.

Basada en la novela homónima de Agatha Christie, publicada en 1934, el filme está protagonizado por Albert Finney en el papel del detective Hercules Poirot, a la cabeza de uno de los elencos más estelares que se han visto en alguna película: Lauren Bacall, Anthony Perkins, John Gielgud, Vanessa Redgrave, Sean Connery, Michael York e Ingrid Bergman interpretan a los numerosos sospechosos, de modo que el suspenso jamás decae, en este, uno de los mejores filmes detectivescos de todos los tiempos.