Realengo 18

A 60 años de “Realengo 18”

Vie, 06/25/2021

Dirigido por el cineasta dominicano Óscar Torres, en colaboración con el cubano Eduardo Manet, Realengo 18 constituyó el tercer largometraje de ficción producido por el ICAIC y una de las piedras angulares de aquella cinematografía emergente. Para evaluar este momento del cine cubano, escribió Tomás Gutiérrez Alea en la revista Cine Cubano: “Y sucedió, efectivamente, que nuestras primeras obras, después del triunfo de la Revolución, eran una manifestación (torpe, inmadura si se quiere) de esa alegría, de esa libertad recién estrenada. Y eran obras de exaltación del momento que vivíamos”.

A esta etapa fundacional corresponden títulos como el primer largometraje de ficción estrenado por el ICAIC, Historias de la Revolución (1960), del propio Gutiérrez Alea; El joven rebelde (1961), de Julio García Espinosa; la mencionada Realengo 18 (1961); y después Cuba 58 (1962), de Jorge Fraga y José Miguel García Ascot, y Manuela (1966), mediometraje que significó el debut de Humberto Solás. Todos estos títulos estaban protagonizados por personajes en pleno enfrentamiento con la tiranía, personajes tipificados por el empeño del ICAIC en difundir los nuevos valores de la Revolución y de tratar de enseñar a los espectadores cómo ser más dignos y humanistas.

El filme se basa en la obra de Pablo de la Torriente Brau, quien había publicado en 1934 Tierra o sangre, una serie de reportajes en los que denunciaba los abusos que se cometían durante el gobierno de Machado contra el campesinado cubano. En el relato original escribe el brillante periodista, que recogió de los labios del propio Lino Álvarez la historia íntegra de las luchas por la posesión del Realengo 18. También tomó el testimonio del deseo ferviente de los campesinos de hacer justicia por ellos mismos, porque como decía Lino Álvarez, ellos no le deben la tierra más que al Estado, y el Estado son ellos mismos.

Además de la narración testimonial en que se apoya, para ahondar en su vocación patriótica y nacionalista, el filme cuenta con unas décimas escritas por Pedro Mir, el Poeta Nacional de la República Dominicana, quien también había vivido en Cuba en los años cuarenta, y justamente, en la isla mayor de las Antillas vio la luz su conocido poema Hay un país en el mundo. De este modo, los textos de Pablo de la Torriente Brau y Pedro Mir constituyen el basamento conceptual para una película típica de la primera etapa productiva del ICAIC, caracterizada por la épica revolucionaria inherente a la lucha contra la tiranía.

Realengo 18 abrió las puertas del ICAIC para la colaboración con cineastas extranjeros. Este, como ya hemos dicho, fue dirigido por el dominicano Óscar Torres, y en 1962 el uruguayo Ugo Ulive trabajó con Tomás Gutiérrez Alea en el guion de la película Las doce sillas, además de filmar un año más tarde Crónica cubana. Anteriormente el mexicano Sergio Véjar había realizado la fotografía de Cuba baila (1960) e Historias de la Revolución (1960); y más tarde el brasileño Iberé Cavalcanti dirigió los documentales Pueblo por pueblo (1964) y Discriminación racial (1965); y el argentino Alejandro Saderman realizó el mediometraje Asalto al tren central (1967) y varios documentales, entre ellos, Hombres de Mal Tiempo (1968).

De origen dominicano pero nacido en Cuba, exactamente en Guantánamo, Óscar Torres estudió entre 1951 y 1952 en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma, junto a los cubanos Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea. En 1960, llamado por Alfredo Guevara desde Puerto Rico, vino a Cuba y realizó el cortometraje Tierra olvidada y, un año después, Realengo 18. Después Torres volvió a su país, donde realizó Sendas abiertas, un documental sobre el proceso eleccionario que vivía Santo Domingo luego de la larga noche del trujillismo.

Sobre la inserción de Torres en el cine cubano, cuenta Tomás Gutiérrez Alea en su larga y famosa entrevista con Silvia Oroz: “Los únicos directores que teníamos éramos Julio García Espinosa y yo. Desde el principio se sumó García Ascot, que era español de origen y residía en México. También estuvo en los primeros tiempos de la Revolución Óscar Torres, un dominicano que había estudiado en Italia con nosotros y que aquí filmó Realengo 18 y algunos documentales. Después se fue para Puerto Rico donde murió poco después. Además trabajaron desde adentro, como directores cubanos, porque compartíamos en buena medida la misma cultura”.

Respecto a su documental Tierra olvidada, el teórico e historiador del cine cubano Michael Chanan lo reconoce como una especie de vuelta de tuerca a El Mégano, pues aparece la Ciénaga de Zapata pero transformada por el triunfo de la Revolución. El filme ganó el segundo premio en el Festival de los Pueblos de Florencia, y una mención de honor en Leipzig. El documental fue el antecedente natural de Realengo 18, y ambos confirmaban la existencia de uno de los realizadores más prometedores del ICAIC.

En cuanto a realización, Realengo 18 utiliza los recursos del documental y se inclina al lenguaje neorrealista para recrear la historia de personajes humildes basada en hechos reales, el enfrentamiento de una comunidad campesina a los terratenientes. Una combativa mujer participa en la lucha mientras vive un drama personal: su hijo acepta la propuesta de unirse a la guardia rural y a la represión contra los suyos. Al igual que en los filmes de Vsevolod Pudovkin (El fin de San Petersburgo), se cuenta un proceso de toma de conciencia, mientras que se nutre del primer neorrealismo italiano, a lo Roberto Rossellini (Roma, ciudad abierta), la dinámica de personajes humildes enfrentados a la injusticia.

En la fotografía destacan los nombres de los dos principales profesionales de ese rubro en el cine cubano de los años sesenta: Jorge Haydú y Ramón F. Suárez, junto con Harry Tanner. Mientras que en el reparto sobresalieron, fundamentalmente, Teté Vergara y René de la Cruz, acompañados por Rita Limonta, José Limeres y José Antonio Rodríguez, entre otros.

Tanto el tipo de personajes elegidos como los espacios rurales recreados permiten asociar Realengo 18 con su homóloga Cumbite (Tomás Gutiérrez Alea, 1964), una de las últimas películas cubanas de inspiración neorrealista en los años sesenta. Cumbite también se inspira en un texto literario, la novela de Jacques Roumain Gouverneurs de la Rosée.

En las palabras leídas en el estreno de Historias de la Revolución, en el cine La Rampa, el 30 de diciembre de 1960, declaró Alfredo Guevara las intenciones que contribuyeron a la realización de este filme y también de Realengo 18: “Estrenamos hoy nuestro primer largometraje, y con Historias de la Revolución cantamos a la revolución y a sus soldados, los campesinos, los trabajadores, los jóvenes que inmolaron sus vidas y que desde la Sierra, en la clandestinidad y durante la invasión, batieron al enemigo y abrieron para Cuba el camino de la independencia. Resultamos de este modo juglares de una nueva epopeya, y a su sombra y en sus raíces encontramos aliento. (…) Aspiramos a dar con Historias de la Revolución, que ahora presentamos, y con Cuba baila y Realengo 18, que con El joven rebelde se estrenarán en los próximos meses, el panorama de la Cuba combatiente y creadora".

Realengo 18 se exhibió en numerosos países como parte del entonces llamado Nuevo Cine Cubano. Entre sus reconocimientos se cuenta la Copa Cine Forum del Cine Club Católico, Tercera Reseña Cinematográfica de Cine Latinoamericano, Sestri Levante, Italia, 1962.

(Foto tomada de Bohemia)