Babel

Sobre “Babel” y aprender a hablar en todos los idiomas

Vie, 05/21/2021

A partir del símbolo bíblico de la Torre de Babel, construida en la antigua Babilonia en tiempos inmemoriales con el propósito de que su cúspide alcanzara el cielo, el mexicano Alejandro González Iñárritu realizó, en varios países e idiomas, Babel (2006), que habla sobre la incomunicación, el desamor, la soberbia e incluso la violencia, cuales factores determinantes de la actual fase civilizatoria.

Cuando se estrenó Babel, algunos críticos señalaron varias señales de repetición y agotamiento en cuanto a temas y estilo del autor de la también coral y fragmentaria Amores perros (2000) y de 21 gramos (2003), suerte de melodrama existencialista de complicada narración y electrizante efectismo. Pero su proyecto más ambicioso, maduro y multidimensional resulta serBabel, que si bien repite algunos modos de presentar la historia y motivos generales, conocidos en la filmografía de González Iñárritu, por otro lado supera y desborda en escala y propósito los filmes anteriores, pues la historia está hablada en cuatro idiomas, fue rodada en igual número de países y se supone cierra con especiales giros filosóficos y formales una trilogía realizada por él, en estrecha colaboración con el guionista Guillermo Arriaga.

Al igual que en las dos primeras partes de la trilogía, es decir, Amores perros y 21 gramos, el tándem González Iñárritu-Arriaga apela a la multiplicidad de historias protagónicas (entre Marruecos, Japón, México y Estados Unidos se mueve la devastadora e inquietante acción, en la que no hay buenos ni malos, sino víctimas del destino, de los prejuicios y las circunstancias). Igualmente salta a la vista la recurrencia de los creadores en ofrecerle al espectador una sucesión de incidentes aparentemente desvinculados, puesto que al avanzar la trama se ofrecerán las pistas suficientes para que cada quien arme en su mente este crucigrama regido por una dispersión temática y espacial que resulta ser, insisto, solo aparente.

El conjunto fragmentario adquiere coherencia solo cuando el espectador comprende la intención primera y última de González Iñárritu y su equipo: convencer y conmover al público con su alegato transnacional y multiétnico en contra de la intolerancia, la incomunicación, la violencia, los prejuicios raciales y nacionalistas, dondequiera que ellos habiten. Y aunque Babel renuncie, para su mayor prestigio y distinción, a la forma narrativa convencionaly el diseño de personajes heroicos que atrapen al espectador a primera vista, buena parte de la eficacia del filme descansa en un panel de actuaciones extraordinarias.

Aquí los intérpretes lucen sus capacidades para evocar las agudas crisis afectivas, el dolor físico o, lo que es peor, el cisma espiritual de difícil alivio, la desesperación de encontrarse solo y perdido en un lugar donde, al parecer, nadie te escucha y a nadie le importas. En el mismo nivel muy alto de prodigiosa organicidad y absoluta entrega a sus personajes se encuentran Brad Pitt y Cate Blanchett, mano a mano con las muy notables Adriana Barraza y Rinko Kikuchi.

Pitt y Blanchett interpretan a la pareja de arqueólogos o turistas estadounidenses en Marruecos, donde ella resulta víctima de una bala perdida; la Barranza es la nodriza, en Estados Unidos, de los hijos de la pareja norteamericana antes mencionada, y a la pobre mujer se le ocurre, un mal día, llevar a los niños consigo a una boda luego de cruzar la frontera con México; mientras que la actriz nipona interpreta a la hija de un potentado japonés que, en uno de sus viajes por Marruecos, le regala a un pastor de ovejas el rifle ocasionador del disparo accidental y fatídico, aquel que afectará el destino de la pareja norteamericana y de sus hijos, de la nodriza y, en fin, de todos los personajes, porque el rifle ocasionador del disparo termina siendo uno de los hilos conductores que hilvanan todo el conjunto de viñetas y situaciones.

Perfectamente capaz de ilustrar un mural sobre el mundo contemporáneo, la aldea global que habitamos, Babel se sumerge en su intrincada urdimbre de casualidades (algunos críticos hablan de situaciones forzadas y soluciones dramáticas artificiosas, efectistas) y apunta, sutilmente,abismales desigualdades sociales, informa sobre ofuscaciones raciales, nacionalistas y clasistas que continúan rigiendo el mundo contemporáneo.

Y desde su discurso formal, vinculado al drama psicológico de trasfondo sociopolítico, el filme tributa al espíritu crítico vinculado con cierto escepticismo, aunque hacia el final se le aflojan las tintas del pesimismo y se percibe la intención obvia de abrir un resquicio a la esperanza, a informar sobre las tenues posibilidades de mejoramiento y armonía para los personajes. Y está bien el atisbo de luminosidad a última hora. ¿Por qué la visión del artista, para ser creíble, tiene que claudicar obligatoriamente con la desesperación, la amargura y el escepticismo?

Respecto a otra de las polémicas en que se vio envuelta la película, por su “escaso sabor local”, está claro que Babel es una película más universal que mexicana, en tanto se concibió como un filme demasiado complejo, desmesurado y reflexivo como para catalogar en el promedio de la producción mexicana, norteamericana o japonesa. E independientemente de su nacionalidad, se trata de una película que nos compulsa de mil maneras, esencialmente cinematográficas todas ellas, a compartir las angustias humanas, que son las mismas, o parecidas, en cualquier lugar de la Tierra, y mientras transcurre su metraje, el espectador es posible que se sienta parte, intensamente, de esa gran familia errática, grandiosa, quejumbrosa y desconsolada que puebla el tercer planeta del sistema solar, por decirlo en una escala cósmica.

Así, con su apuesta ampulosa, escéptica, fragmentaria, sus personajes desesperados y final esperanzador, nadie debiera negarle la voluntad reveladora y panorámica que asiste a los creadores de este filme monumental, una obra que intenta restituirle al séptimo arte algunas de sus virtudes tradicionales, y por esa vía trataron de recuperar cierta voluntad que asiste a las mayores películas de la historia del cine: entregar aproximadamente dos horas de extraordinarias experiencias en el orden emocional e intelectual.