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Vie, 03/05/2021

Un largo camino transité desde las películas argentinas y mexicanas que cuando niño veía en los espacios televisivos de cine del ayer hasta deslumbramientos posteriores como aficionado a los mejores títulos brasileños, chilenos o de otras nacionalidades afines que exhibía el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano desde 1980 hasta el año pasado. Mi participación como profesor en la primera edición de la Maestría en Cine Latinoamericano y Caribeño ―convocada por la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y la Universidad de las Artes (ISA)― es una estación importante en un itinerario de atracciones complejas, y siempre fecundas.

A mediados de los años noventa comencé a trabajar como crítico de cine, y siempre me apasionó, por un sentido de pertenencia muy fácil de explicar, las interinfluencias entre el cine cubano y el que se realizaba en otros países de esta área geográfica. El primero de los libros de cine que escribí se titula Latitudes del margen, se publicó en 2008 por Ediciones ICAIC y marca mi primer intento por mapear y clasificar críticamente la producción cinematográfica de América Latina desde finales de los años ochenta hasta 2002.

Coescribí Latitudes del margen con la investigadora María Caridad Cumaná, y juntos ganamos la primera mención del concurso de crítica e investigación que convoca la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Del libro premiado se derivaron otros acercamientos, como la posibilidad de viajar a la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, a defender una ponencia sobre ese tema; y también se dio la oportunidad de impartir en un aula, por primera vez, nociones sobre cine latinoamericano, en un taller convocado por el Festival Internacional de Cine de Cartagena.

A la vuelta de los anteriores periplos, Julio García Espinosa y Rufo Caballero, que dirigían, respectivamente, la Escuela Internacional de Cine y TV (EICTV) de San Antonio de los Baños y su Cátedra de Humanidades, consideraron que ya estaba suficientemente preparado para impartir una asignatura casi siempre deficitaria en la Escuela: Historia del Cine Latinoamericano. Durante seis años estuve trabajando y aprendiendo, por ejemplo, las posibles influencias entre el melodrama mexicano o argentino y las semblanzas contemporáneas de tales códigos, o la influencia del cine de autor en estas tierras.

Después, también vinculado a la Escuela, participé en la concepción y redacción de un libro enciclopédico, en dos tomos, relacionado con la caracterización de las cinematografías de este continente: Los cines de América Latina y el Caribe (2013), coordinado por el panameño Edgar Soberón Torchía, y que incluyó la participación de varios autores en tanto se abarcaba la historia del cine latinoamericano desde los inicios hasta los años 2000. A esas alturas también vio la luz un texto largamente acariciado: El cine según García Márquez, que fue presentado y discutido en varias ciudades de Colombia y Panamá.

Mientras trabajaba, en Ediciones EICTV fue concebido otro libro, mucho más modesto que los dos anteriores, pero en relación más directa con el tema de la Maestría que ahora impartiré con la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. A partir de una idea de Edgar Soberón, que comandaba la Dirección de Cultura de la Escuela, coordiné el libro 21 x XXI: Los debutantes, que también se conformó a partir de la participación de varios jóvenes realizadores o guionistas, estudiantes o profesores de la EICTV, y todos empeñados en caracterizar las filmografías de los principales cineastas latinoamericanos del siglo xxi.

21 x XXI: Los debutantes pudiera ser uno de los textos de cabecera de esta primera edición de la Maestría, que ahora está en etapa de convocatoria, en tanto se aborda, desde la caracterización conceptual, las filmografías entonces muy recientes de cinematografías más fuertes, como las de los argentinos Lisandro Alonso, Lucrecia Martel, Lucía Puenzo y Santiago Loza; los brasileños Karim Ainouz, Laos Bodansky, Marcelo Gomes, José Padilha y Claudio Assís; o los mexicanos Fernando Eimbcke, Amat Escalante y Carlos Reygadas.

En el pequeño volumen que fue 21 x XXI: Los debutantes también se daba cabida, por supuesto, a los representantes más destacados de otros países con una producción audiovisual menor en cuanto a cantidad, como los chilenos Matías Bize y Pablo Larraín; el colombiano Ciro Guerra; Juan Carlos Cremata, de Cuba; Claudia Llosa, de Perú; y Pablo Stoll, de Uruguay. Por supuesto que saltan a la vista los cuestionamientos de esta lista de “principales” luego de casi diez años de elaborada.

En el relieve actual del universo audiovisual latinoamericano seguramente sobresalen otros nombres, pero precisamente la Maestría se encargará de cuestionar esta y otras selecciones y colocarlas en perspectiva. Porque se trata, precisamente, de crear un entorno fértil para la investigación y producción de pensamiento crítico desde y sobre el cine y el audiovisual latinoamericano y caribeño, a través del intercambio permanente entre investigadores, docentes y creadores.

En la Maestría habrá también un énfasis particular en torno a la formación interdisciplinaria de especialistas capaces de conjugar perspectivas históricas, socioculturales, estéticas y políticas, en vínculo con los procesos de producción y circulación del cine y el audiovisual contemporáneo… por decirlo con las mismas palabras que utiliza la convocatoria.